Una de las acepciones de retrato que me resultan más inquietantes —y por ello más interesantes— es la del retrato relacional. Al confrontar personajes que sostienen un vínculo —ya sea familiar, afectivo, social, o como en este caso, cultural y social a un tiempo—, se produce de forma inherente una interesante ambigüedad, a caballo entre la honestidad de la representación y un ingrediente extra, incierto.
El proceso indagatorio de este proyecto nace de la propia situación de emergencia cultural en que se encuentra inmersa la ciudad de Málaga, panorama del que me siento partícipe y que constituye por sí mismo un estímulo para realizar, en este caso, un trabajo de campo —documental— como cimiento para un proyecto artístico. Así, uno de los principales objetivos es el de hacer un caleidoscópico retrato colectivo anclado en el momento presente, un quién es quién, de una situación que podría analizarse en el futuro como punto de inflexión.
Al observar el resultado de este proceso en su conjunto, quisiera encontrar una suerte de tabla periódica de los elementos, una relación de rostros familiares pero enigmáticos. Generar una inquietud en el observador, quien se enfrenta de un lado con una representación veraz de un ser posible, pero que encuentra sutiles indicios de que se enfrenta a algo más. Cada una de las piezas de la serie, hibridaciones entre dos o más personas, se erigiría al modo de un retrato clásico; funcionaría como el posible retrato real de una persona de carne y hueso. Al mismo tiempo, sin embargo, y dependiendo del grado de cercanía con los sujetos, ese hipotético espectador encontraría un hilo que le guiaría a elementos reconocibles de personalidades diferentes.
2015